TEORÍA DEL PSICOANÁLISIS DE SIGMUND FREUD Y TEORÍA PSICOSOCIAL DE ERIK ERIKSON
TEORÍA DEL PSICOANÁLISIS DE SIGMUND FREUD
Como cualquier otra rama de la ciencia, permanecer abierta a los estudiosos de todas las tendencias, insertarse en condiciones de paridad entre las demás ramas del saber empírico y no dar lugar a adhesiones entusiastas ni a indignados ostracismos. Sin embargo, la naturaleza particular y en cierto modo in habitual de los medios de indagación del psicoanálisis, los postulados de orden general a los que parece recurrir, ciertas desviaciones más allá del puro terreno de los hechos y de la experiencia y, al mismo tiempo, el dogmatismo en que se encierran muchos de sus cultivadores, confieren al psicoanálisis caracteres particulares, y lo hacen parecer menos una ciencia que un movimiento o una escuela.
El Yo, el Ello y el Superyó
El Ello, presente desde el nacimiento, es la base de la personalidad; contiene todos los instintos y recibe su energía de los procesos corporales. Que el Ello ser rija por el principio de placer significa que evita el dolor y busca el placer mediante dos procesos: las acciones reflejas y un modo de acción que se denomina proceso primario. Los reflejos son acciones innatas que reducen la incomodidad de inmediato, como por ejemplo un estornudo. Un proceso primario puede ser, por ejemplo, la fantasía, es decir, crear una imagen satisfactoria de lo que se desea. Por ejemplo, si se tiene hambre, se puede comenzar a imaginar la comida preferida; obviamente, la fantasía no basta para satisfacer el hambre ni cualquier otra necesidad posible.
Así pues, es función del Yo tratar con la realidad y satisfacer las demandas del Ello, ya que éste no puede determinar la diferencia entre lo que existe en realidad y lo que está en la mente. El Yo, en cambio, puede establecer esta distinción, y opera según el principio de realidad, haciendo de mediador entre los deseos del Ello y las realidades del mundo exterior. El Yo intenta satisfacer las urgencias del Ello del modo más apropiado y eficaz. Por ejemplo, el Ello puede urgir a la persona a ir a dormir de inmediato, sin que importe dónde se encuentre; el Yo retrasa el sueño hasta encontrar un momento y lugar convenientes.
Freud considera el Superyó como el heredero interior de aquella autoridad exterior que en la infancia está constituida por los padres. Por un lado, los padres representan para el niño un ideal, lo que el niño aspira a llegar a ser. Por otro, y por medio de la acción educativa y de las limitaciones impuestas al niño, los padres constituyen el primer freno exterior a los impulsos instintivos. Debido a la identificación con los padres, la primitiva autoridad exterior se torna autoridad interior, en un proceso denominado «introyección». El Superyó como el Ello actúan autónomamente en nuestra vida psíquica, haciendo sentir incesantemente su acción y agitación sobre el Yo.
TEORÍA PSICOSOCIAL DE ERIK ERIKSON
Erik Erikson (1902-1994) sostuvo que los niños se desarrollan en un orden predeterminado. En vez de centrarse en el desarrollo cognitivo, sin embargo, él estaba interesado en cómo los niños se socializan y cómo esto afecta a su sentido de identidad personal. La teoría de Erikson del desarrollo psicosocial está formada por ocho etapas distintas, cada una con dos resultados posibles.
Según la teoría, la terminación exitosa de cada etapa da lugar a una personalidad sana y a interacciones acertadas con los demás. El fracaso a la hora de completar con éxito una etapa puede dar lugar a una capacidad reducida para terminar las otras etapas y, por lo tanto, a una personalidad y un sentido de identidad personal menos sanos. Estas etapas, sin embargo, se pueden resolver con éxito en el futuro.
1.Confianza frente a desconfianza
Desde el nacimiento hasta la edad de un año, los niños comienzan a desarrollar la capacidad de confiar en los demás basándose en la consistencia de sus cuidadores (generalmente las madres y padres). Si la confianza se desarrolla con éxito, el niño/a gana confianza y seguridad en el mundo a su alrededor y es capaz de sentirse seguro incluso cuando está amenazado. No completar con éxito esta etapa puede dar lugar a una incapacidad para confiar, y por lo tanto, una sensación de miedo por la inconsistencia del mundo. Puede dar lugar a ansiedad, a inseguridades, y a una sensación excesiva de desconfianza en el mundo.
2. Autonomía frente vergüenza y duda
Entre el primer y el tercer año, los niños comienzan a afirmar su independencia, caminando lejos de su madre, escogiendo con qué juguete jugar, y haciendo elecciones sobre lo que quiere usar para vestir, lo que desea comer, etc. Si se anima y apoya la independencia creciente de los niños en esta etapa, se vuelven más confiados y seguros respecto a su propia capacidad de sobrevivir en el mundo. Si los critican, controlan excesivamente, o no se les da la oportunidad de afirmarse, comienzan a sentirse inadecuados en su capacidad de sobrevivir, y pueden entonces volverse excesivamente dependiente de los demás, carecer de autoestima, y tener una sensación de vergüenza o dudas acerca de sus propias capacidades.
3. Iniciativa frente a culpa
Alrededor de los tres años y hasta los siete, los niños se imponen o hacen valer con más frecuencia. Comienzan a planear actividades, inventan juegos, e inician actividades con otras personas. Si se les da la oportunidad, los niños desarrollan una sensación de iniciativa, y se sienten seguros de su capacidad para dirigir a otras personas y tomar decisiones. Inversamente, si esta tendencia se ve frustrada con la crítica o el control, los niños desarrollan un sentido de culpabilidad. Pueden sentirse como un fastidio para los demás y por lo tanto, seguirán siendo seguidores, con falta de iniciativa.
4. Industriosidad frente a inferioridad
Desde los seis años hasta la pubertad, los niños comienzan a desarrollar una sensación de orgullo en sus logros. Inician proyectos, los siguen hasta terminarlos, y se sienten bien por lo que han alcanzado. Durante este tiempo, los profesores desempeñan un papel creciente en el desarrollo del niño.
Si se anima y refuerza a los niños por su iniciativa, comienzan a sentirse trabajadores y tener confianza en su capacidad para alcanzar metas. Si esta iniciativa no se anima y es restringida por los padres o profesores, el niño comienza a sentirse inferior, dudando de sus propias capacidades y, por lo tanto, puede no alcanzar todo su potencial.
5.Identidad frente a confusión de papeles
Durante la adolescencia, la transición de la niñez a la edad adulta es sumamente importante. Los niños se están volviendo más independientes, y comienzan a mirar el futuro en términos de carrera, relaciones, familias, vivienda, etc. Durante este período, exploran las posibilidades y comienzan a formar su propia identidad basándose en el resultado de sus exploraciones. Este sentido de quiénes son puede verse obstaculizado, lo que da lugar a una sensación de confusión sobre sí mismos y su papel en el mundo.
6. Intimidad frente a aislamiento
En la adultez temprana, aproximadamente desde los 20 a los 25 años, las personas comenzamos a relacionarnos más íntimamente con los demás. Exploramos las relaciones que conducen hacia compromisos más largos con alguien que no es un miembro de la familia. Completar con acierto esta etapa puede conducir a relaciones satisfactorias y aportar una sensación de compromiso, seguridad, y preocupación por el otro dentro de una relación. Erikson atribuye dos virtudes importantes a la persona que se ha enfrentado con éxito al problema de la intimidad: afiliación (formación de amistades) y amor (interés profundo en otra persona). Evitar la intimidad, temiendo el compromiso y las relaciones, puede conducir al aislamiento, a la soledad, y a veces a la depresión.
7. Generatividad frente a estancamiento
Durante la edad adulta media, en una etapa que dura desde los 25 hasta los 60 años aproximadamente, establecemos nuestras carreras, establecemos una relación, comenzamos nuestras propias familias y desarrollamos una sensación de ser parte de algo más amplio. Aportamos algo a la sociedad al criar a nuestros hijos, ser productivos en el trabajo, y participar en las actividades y organización de la comunidad. Si no alcanzamos estos objetivos, nos quedamos estancados y con la sensación de no ser productivos.
No alcanzar satisfactoriamente la etapa de generatividad da lugar a un empobrecimiento personal. El individuo puede sentir que la vida es monótona y vacía, que simplemente transcurre el tiempo y envejece sin cumplir sus expectativas. Son personas que han fracasado en las habilidades personales para hacer de la vida un flujo siempre creativo de experiencia y se sienten apáticos y cansados.
Las personas generativas encuentran significado en el empleo de sus conocimientos y habilidades para su propio bien y el de los demás; por lo general, les gusta su trabajo y lo hacen bien.
8. Integridad del yo frente a desesperación
Mientras envejecemos y nos jubilamos, tendemos a disminuir nuestra productividad, y exploramos la vida como personas jubiladas. Durante este periodo contemplamos nuestros logros y podemos desarrollar integridad si consideramos que hemos llevado una vida acertada.
Si vemos nuestras vidas como improductivas, nos sentimos culpables por nuestras acciones pasadas, o consideramos que no logramos nuestras metas en la vida, nos sentimos descontentos con la vida, apareciendo la desesperación, que a menudo da lugar a depresión.
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